La
araña y el gallo
Pues señor,
el gallo se había vuelto a quedar dormido y lo echaron del gallinero
en un revoleo de plumas y cacareos.
A la araña,
sin embargo, le gustaba. El gallo, sí, el gallo. Era todo un galán,
siempre con el piropo justo en el momento acertado.
Ella, tan
trabajadora, deslumbrada por un haraganote. . . Bien dicen que el amor
es ciego. . .
Pero hacían
una buena pareja: ella chiquita y cazando alimentos como una leona y él
cantando con alegría para darle fuerzas.
En verdad
para el gallo se trataba de una amistad, una buena relación: él
cantaba y ella saltaba rítmicamente por entre las telas como una
bailarina. La arañita le conseguía todo tipo de insectos
para enriquecer su pobre comida fuera del gallinero. Sería romántico
eso de alimentarse con jazmines y claveles, pero esa comida de jardín
le hacía entonar un quiquiriquí que a él no le gustaba
nada. Al comer los insectos, en cambio, su canto era el de un tenor.
Decía
el gallo:- Arañita, ¿cazaste más para mí?
Y la araña
tenía siempre la misma respuesta:
- Sí,
gallo, yo te alimentaré, te protegeré, te mimaré
y . . . - ¡y se interrumpía emocionadísima!
-¡Qué
buena amiga tengo! – pensaba el gallo.
Sí,
sí, la araña era una verdadera amiga. Para él. Pero
ella pensaba otra cosa: para la araña, el amor había llegado
a su vida.
Ni bien la
arañita empezó a soñar con ese romance imposible,
se abrió la puerta del gallinero para el gallo, que de tanto verla
trabajar, se había contagiado un poco, un poquito, un poquititito
así.
Cuando la
araña pasó del jardín al gallinero para ver a su
amado . . . ¡Sorpresa! Su galán estaba al lado de una horrible
gallina que empollaba unos espantosos huevos.
Tuvo muchas
ganas de recurrir a su tía abuela la tarántula venenosa,
pero justo en ese momento el gallo comentaba con su voz más sonora:
- Amigos
del gallinero, vengan aquí que les voy a presentar a mi mejor amiga,
la araña del jardín, que tanto me ayudó con su alegría
para trabajar. . .
Tuvo que interrumpir
las presentaciones porque un huevo empezó a romperse , y otro,
y otro, y otro. . . ¡Qué pollitos tan lindos!
La araña
se sintió tía y ahí nomás les tejió
la ropa más hermosa que hubo en gallinero alguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario